“Agradezco a Dios no haber ganado las elecciones hace doce años. Nuestras posturas en el PT eran muy extremas y combativas. Quizás no hubiéramos durado ni ocho meses en el poder”.
“Invertir fuertemente en educación durante 20 años es la mayor revolución que le podemos ofrecer a nuestros pueblos. Y en eso estamos en Brasil”
Inacio Lula Da Silva reflexionaba mirando a los ojos a Daniel Filmus, ex ministro de Educación de la Argentina devenido ahora en periodista. Fue anoche en el canal Encuentro, en un capítulo del ciclo Presidentes, una especie de biografía televisiva de los jefes de Estado latinoamericanos.
Resultaba por lo menos curiosa la escena. Filmus fue una de las buenas noticias del primer gabinete de Nestor Kirchner. Un verdadero especialista, autor de libros que utilizan miles de maestros para instruirse, avalado por los gremios docentes con gran expectativa.
Y el pedagogo estaba allí, preguntando al tornero de oficio, al sindicalista combativo por más de 30 años, como logró convertirse en un estadista hábil y reflexivo, querido por una mayoría abrumadora de compatriotas suyos.
Filmus , el pedagogo, preguntaba con visible admiración , y Lula daba cátedra como un maestro de su propia vida, desde el sufrimiento de haber estado preso por efectos de una huelga mientras su madre moría. Lula, el tornero, le comentaba al educador como aprendió a convertir sueños en prioridades para gobernar.
Mientras ocurría eso, al periodista que miraba el excelente documental se le ocurrían decenas de preguntas…¿para Lula? No, para quien fuera una promesa del cambio educativo en Argentina y terminó su función como un burócrata más, con modestos logros en financiamiento y con una ley que hoy se arrumba por la conflictividad gremial en 15 provincias y el fracaso de no poder cumplir con el mínimo de 180 días de clases.
Por supuesto que la lección la dio el tornero, cuando en el propio documental, los dueños las empresas de Brasil que Lula había parado con huelgas feroces por más de 40 días en sus años extremos, le reconocían la sabiduría del que recorre la vida con voracidad de aprendiz y alma de maestro.
Inacio Lula Da Silva reflexionaba mirando a los ojos a Daniel Filmus, ex ministro de Educación de la Argentina devenido ahora en periodista. Fue anoche en el canal Encuentro, en un capítulo del ciclo Presidentes, una especie de biografía televisiva de los jefes de Estado latinoamericanos.
Resultaba por lo menos curiosa la escena. Filmus fue una de las buenas noticias del primer gabinete de Nestor Kirchner. Un verdadero especialista, autor de libros que utilizan miles de maestros para instruirse, avalado por los gremios docentes con gran expectativa.
Y el pedagogo estaba allí, preguntando al tornero de oficio, al sindicalista combativo por más de 30 años, como logró convertirse en un estadista hábil y reflexivo, querido por una mayoría abrumadora de compatriotas suyos.
Filmus , el pedagogo, preguntaba con visible admiración , y Lula daba cátedra como un maestro de su propia vida, desde el sufrimiento de haber estado preso por efectos de una huelga mientras su madre moría. Lula, el tornero, le comentaba al educador como aprendió a convertir sueños en prioridades para gobernar.
Mientras ocurría eso, al periodista que miraba el excelente documental se le ocurrían decenas de preguntas…¿para Lula? No, para quien fuera una promesa del cambio educativo en Argentina y terminó su función como un burócrata más, con modestos logros en financiamiento y con una ley que hoy se arrumba por la conflictividad gremial en 15 provincias y el fracaso de no poder cumplir con el mínimo de 180 días de clases.
Por supuesto que la lección la dio el tornero, cuando en el propio documental, los dueños las empresas de Brasil que Lula había parado con huelgas feroces por más de 40 días en sus años extremos, le reconocían la sabiduría del que recorre la vida con voracidad de aprendiz y alma de maestro.
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