jueves, 8 de abril de 2010

La paradoja de la oposición: ganar no es lo mismo que conseguir el poder

La teoría política permite distinguir entre dos tipos de coaliciones: las que sirven para ganar elecciones y las que sirven para gobernar. No siempre coinciden los dos armados en un mismo grupo y en un mismo momento. Como ejemplo de defasaje se puede citar el caso de la Alianza de finales de los ‘90. Ese acuerdo entre la UCR y el Frepaso fue muy útil para derrotar al peronismo, pero estalló cuando le tocó gobernar.

Hoy, esas dos características tampoco coinciden. Aunque las encuestas pronostican que no podrá ganar las próximas elecciones, el kirchnerismo conserva una muy sólida coalición para ejercer el gobierno. El conglomerado que por urgencia suele llamarse oposición, en cambio, tiene algunas opciones que podrían presentarse como competitivas en los comicios, pero no logra establecer siquiera los límites del papel donde garabatear un cronograma de decisiones. En otras palabras, allí hay gérmenes de coaliciones potencialmente ganadoras, pero no se ven todavía señales de grupos decididos a gobernar. Entender eso puede ser útil para echar luz a algunas de las condiciones que permitieron los papelones gemelos de ayer en el Senado y en Diputados.

El oficialismo es un bloque sólido porque tiene un sólo candidato presidencial. El Diputado Néstor Kirchner -que ayer no dejó ver su figura por el barrio de Congreso- está rodeado por un grupo de soldados leales sin brillo propio y muy entrenados en seguir las órdenes de su jefe. Esa es una gran fortaleza para hoy, aunque se transformará en una carencia en el mediano plazo. El santacruceño construyó toda su carrera eligiendo funcionarios o dirigentes con poco o nulo peso político. Repasar los nombres del gabinete de Cristina Kirchner alcanza para comprobar la actualidad de esa afirmación: no hay ningún ministro con posibilidades de sostener una boleta electoral. En el Congreso las bancadas K tampoco tienen nombres con proyección nacional y la inmensa mayoría ató su futuro a la suerte del proyecto del matrimonio gobernante. No hay figuras que logren escapar al gris del uniforme que eligieron vestir como precio para integrar un proyecto que lleva siete años en el poder.

El conglomerado opositor muestra una situación opuesta. En el Senado son varios los que quieren participar en la carrera grande de 2011. Allí están Julio Cobos, Ernesto Sanz, Carlos Reutemann, Adolfo Rodríguez Saá y también se puede contar a Carlos Menem y a portaestandartes de candidatos como Rubén Giustiniani (que defiende las posiciones del gobernador santafesino Hermes Binner), María Eugenia Estenssoro (que vota por Elisa Carrió) e Hilda González de Duhalde (¿Hace falta dar explicaciones?). A eso hay que sumarles los que están lanzados a competir en las gobernaciones provinciales, en donde los cruces se multiplican, y los líberos que eligieron hacer pesar sus votos en la situación de paridad. En Diputados, los anotados en la carrera presidencial son Carrió, Felipe Solá, Francisco De Narváez, Ricardo Alfonsín y Pino Solanas.

Esa dispersión hace que no logren cumplir con la promesa básica de cualquier grupo con vocación mayoritaria en los parlamentos del mundo: asegurar el quórum necesario para sesionar. Las jugarretas de Carlos Menem que tiene desde hace semanas a los senadores mendigando su presencia y la pereza de los 26 diputados de casi todos los bloques opositores que eligieron hacer cualquier otra cosa antes que sentarse en su banca para abrir el debate no son más que el costado más patético de esa carencia. Debajo de ello están las verdaderas razones que impiden que la oposición pueda modificar hoy el rumbo del Gobierno.

1 comentario:

  1. Anónimo18/4/10

    LA OPOSICION TIENE QUE DELVOLVERLE LA PLATA AL DIABLO DE LO QUE MO PUDO LOGRAR CON MALA INTENCION ES ENGAÑAR AL PAIS PARA BENEFICIO PROPIO

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