La doctrina Moreno
Guillermo Moreno desafió los dogmas de la ciencia matemática. Desde el INDEC demostró que puede ser tan inexacta como la necesidad política de quien manipula los números reclame. Y al parecer, sentó doctrina.Todo comenzó con la adulteración de los índices de precios. Mató –al menos en los registros oficiales- dos evidencias incómodas de un tiro: el flagelo inflacionario y el crecimiento de la pobreza. La metodología se extendió luego a las mediciones de la producción, el consumo y el empleo.Pronto se plegó la Secretaría de Hacienda. Comenzó a sumar peras con manzanas –recursos corrientes con extraordinarios, impuestos con créditos, intereses de plazos fijos del Banco Central y aportes jubilatorios–, para mostrar que la columna de los ingresos públicos suma más que la del gasto. Estrategia que refuerza pisando pagos a proveedores y contratistas, y la devolución de impuestos a los exportadores. Alivia así la presión sobre la caja y, de paso, adelgaza la cuenta de las erogaciones.Hasta los informes en otros tiempos insospechados del Banco Central acusan el impacto de la contabilidad creativa. El inventario de las reservas incluye, además de divisas de libre disponibilidad, un amplio menú de títulos de deuda.La doctrina Moreno se encaramó ahora al vértice del Gobierno. La Presidenta propagandizó como un logro de su Gobierno el aumento del 120 por ciento registrado en el superávit comercial de mayo, con relación al mismo mes del año pasado."En estos primeros cinco meses hemos tenido un superávit comercial de 8.000 millones de dólares. Esto es trabajo de los argentinos”, se jactó Cristina Fernández.En otro párrafo, la propia jefa del Estado admitió que en ese período las exportaciones sufrieron una caída interanual del 20 por ciento.No divulgó aún la última estadística oficial de las importaciones, aunque fuentes privadas evalúan que cayeron en torno al 40 por ciento.Una lectura de los datos según la aritmética convencional –no la de Moreno– arroja una conclusión muy diferente a la que expuso Cristina. Bien medido, el “trabajo argentino” no creció. Por lo contrario, las evidencias sugieren que se redujo. Se exportó menos y se importó mucho menos, porque las fábricas redujeron la utilización de insumos y las inversiones en bienes de capital, y porque se retrajo el consumo. La causa es la misma: la recesión que erosiona nuestra economía y que, por definición, significa menos producción nacional, menos “trabajo argentino”.
Guillermo Moreno desafió los dogmas de la ciencia matemática. Desde el INDEC demostró que puede ser tan inexacta como la necesidad política de quien manipula los números reclame. Y al parecer, sentó doctrina.Todo comenzó con la adulteración de los índices de precios. Mató –al menos en los registros oficiales- dos evidencias incómodas de un tiro: el flagelo inflacionario y el crecimiento de la pobreza. La metodología se extendió luego a las mediciones de la producción, el consumo y el empleo.Pronto se plegó la Secretaría de Hacienda. Comenzó a sumar peras con manzanas –recursos corrientes con extraordinarios, impuestos con créditos, intereses de plazos fijos del Banco Central y aportes jubilatorios–, para mostrar que la columna de los ingresos públicos suma más que la del gasto. Estrategia que refuerza pisando pagos a proveedores y contratistas, y la devolución de impuestos a los exportadores. Alivia así la presión sobre la caja y, de paso, adelgaza la cuenta de las erogaciones.Hasta los informes en otros tiempos insospechados del Banco Central acusan el impacto de la contabilidad creativa. El inventario de las reservas incluye, además de divisas de libre disponibilidad, un amplio menú de títulos de deuda.La doctrina Moreno se encaramó ahora al vértice del Gobierno. La Presidenta propagandizó como un logro de su Gobierno el aumento del 120 por ciento registrado en el superávit comercial de mayo, con relación al mismo mes del año pasado."En estos primeros cinco meses hemos tenido un superávit comercial de 8.000 millones de dólares. Esto es trabajo de los argentinos”, se jactó Cristina Fernández.En otro párrafo, la propia jefa del Estado admitió que en ese período las exportaciones sufrieron una caída interanual del 20 por ciento.No divulgó aún la última estadística oficial de las importaciones, aunque fuentes privadas evalúan que cayeron en torno al 40 por ciento.Una lectura de los datos según la aritmética convencional –no la de Moreno– arroja una conclusión muy diferente a la que expuso Cristina. Bien medido, el “trabajo argentino” no creció. Por lo contrario, las evidencias sugieren que se redujo. Se exportó menos y se importó mucho menos, porque las fábricas redujeron la utilización de insumos y las inversiones en bienes de capital, y porque se retrajo el consumo. La causa es la misma: la recesión que erosiona nuestra economía y que, por definición, significa menos producción nacional, menos “trabajo argentino”.
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