La visión K es la visión del pasado
Por Alejandro Rozitchner. Filósofo
Vivieron su juventud política y vital bajo el influjo nefasto del Proceso y quedaron marcados por esa atmósfera represiva y autoritaria. Sí, estamos hablando de los Kirchner. ¿Procesistas los Kirchner, que tanto han luchado contra los responsables de la dictadura, que han tantas veces levantado su voz para castigar a las figuras principales de ese período? Sí, aunque suene raro y paradójico. ¿De qué otra manera se explica su estilo político de intolerancia y sumisiones, su facilidad para la enemistad, su incapacidad para el trabajo en común, su odio hacia sus competidores políticos, su desprecio de las instituciones, su fanatismo ideológico, su tolerancia con las ilegalidades que los benefician, su tendencia a pasar por encima de todo lo que molesta a su camino de poder atropellando a todos? Más allá de las posiciones explícitas, con las que han buscado colocarse en un más allá del mundo del Proceso, sus maneras y sus concepciones llevan el sello de aquel período. Más que combatir el estilo dictatorial han dado del mismo una versión ajustada a los tiempos. Su versión de la democracia es una versión procesista.
Por Alejandro Rozitchner. Filósofo
Vivieron su juventud política y vital bajo el influjo nefasto del Proceso y quedaron marcados por esa atmósfera represiva y autoritaria. Sí, estamos hablando de los Kirchner. ¿Procesistas los Kirchner, que tanto han luchado contra los responsables de la dictadura, que han tantas veces levantado su voz para castigar a las figuras principales de ese período? Sí, aunque suene raro y paradójico. ¿De qué otra manera se explica su estilo político de intolerancia y sumisiones, su facilidad para la enemistad, su incapacidad para el trabajo en común, su odio hacia sus competidores políticos, su desprecio de las instituciones, su fanatismo ideológico, su tolerancia con las ilegalidades que los benefician, su tendencia a pasar por encima de todo lo que molesta a su camino de poder atropellando a todos? Más allá de las posiciones explícitas, con las que han buscado colocarse en un más allá del mundo del Proceso, sus maneras y sus concepciones llevan el sello de aquel período. Más que combatir el estilo dictatorial han dado del mismo una versión ajustada a los tiempos. Su versión de la democracia es una versión procesista.
Se argumentará que muchos de los políticos de hoy vivieron su juventud en el mismo período, ¿por qué entonces los K quedaron fijados en tal clima de intolerancia mientras que otros pudieron ir más allá, reconquistar su libertad personal aun habiéndose criado en la cerrazón y seguir dando pasos de crecimiento? Sería necesario hacer entrar en la interpretación elementos psicológicos individuales que se nos escapan, características personales que los marcaron para hacer de ellos sujetos tan proclives a la identificación con el estilo humano cultivado por el proceso. Habría que saber el detalle de sus historias íntimas, conocer el tono de sus padres, tener en cuenta el sabor de sus infancias, todas cosas que se nos ignoramos y que no corresponde indagar.
Sí, claro que es el país el responsable, el que conserva esos rasgos no queridos de militarismo, el responsable general de impulsar y tolerar esta tendencia, pero también es el país el que debe lograr lucidez en este punto, para producir el cambio necesario. Hay que poner en evidencia estos mecanismos por los que las mismas personas que dicen oponerse a algo logran en realidad encarnarlo, trucos que hacen que al combatir una opción un en verdad la fortalezca. Y no, señalar este carácter negativo de los gobiernos K no es ser golpista, es por el contrario querer que la democracia avance.
¿Cómo, además los Kirchner representan ‘la derecha’? En la medida en que ese equívoco término se aplica para representar la falta de sensibilidad democrática y para aludir a un aprovechamiento irrestricto de los privilegios hay que decir que sí: los Kirchner encarnan plenamente la derecha a la que aluden obsesivamente para salvarse de sus implacables limitaciones.
La ‘derecha’: ese ogro político con el que se pretende asustar a los incautos y sustraerlos de todo camino de cambio y desarrollo, ese cuco que se pone en escena con tono de denuncia y funciona como un corralito mental para que nadie ose ir más allá de la sacralizada ideología progre, para que nadie logre penetrar en su oscuro mundo de limitaciones sensibles y de delincuencias que sin embargo terminarán por salir a la luz.
En resumen: la visión K del mundo es la visión del Proceso. ¿Será por eso que no pueden dejar de pensar en esa época? La fijación con los hechos de aquel entonces son un claro testimonio de su pertenencia a ese clima asfixiante y falto de libertad. No son líderes que sepan distenderse y potenciar el crecimiento: su aire de encierro, la dureza de su tono, su tendencia a la mentira son claros signos de aquel terrible período histórico que creíamos superado. Los K han sido para el país como un retorno al pasado, como un regurgite de una de las etapas más tristes de nuestra historia. Y digo han sido con toda intención. Por más que no parezcan querer darse por enterados su período de auge ya terminó. Que los nuevos protagonistas ocupen su espacio con confianza y plenos valores democráticos. Estamos todos esperando. Los hemos votado, nos lo deben.
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